La ética cívica es la
ética de todos, de la sociedad, e involucra
la confluencia y vinculación de
todas las morales plurales a favor de la buena convivencia del pueblo. En el plano
de una realidad social, es importante mantener el funcionamiento de la sociedad
en base a normas equitativas y moralmente exigibles como el cumplimiento de los
mínimos. La importancia de los mínimos
radica en que son las actitudes, principios, valores y hábitos mínimos para que
sea posible la convivencia democrática: Cuáles son los mínimos, quién lo dice,
por qué.
Podríamos decir que esta convivencia sólo es
posible en un contexto de justicia y
respeto, pero existe un aspecto que si bien es exigible y necesario en nuestra vida diaria, muchas veces se da por
sentado, o se toma en cuenta como algo inherente a la sociedad y que no
necesariamente se practica con un enfoque de ética cívica: la educación.
El derecho a la educación
es una de las exigencias éticas, que aunque pueda inspirar legislaciones, no es
un mandato legal ni nada similar. Probablemente tú y tu familia saben que
tienen este derecho, pero ¿lo ejercen?
En nuestro país tenemos
quizás la fortuna de que tenemos igualdad, tanto hombres como mujeres, de
acceder a este beneficio que damos casi por sentado. Las bases legales de
nuestro país se ensalzan de estar basados en una justicia distributiva, cómo
mínimo ético de una sociedad funcional, ya que ciertamente la justicia en sí es
una igualdad indeclinable.
Es tan típico ver como los jóvenes se quejan
de “levantarse temprano”, “estudiar”, “hacer tareas”, y otras tantas
situaciones que no son más que herramientas para poder expandir nuestros
conocimientos. Las limitaciones de nuestra sociedad no son más que limitaciones
que nosotros mismos nos instalamos a
causa de la falta de empoderamiento, no
se trata sólo de manipular, sino también de empoderar, de actuar positivamente
para potenciar las capacidades de las personas de forma que puedan llevar
adelante los planes de vida que elijan.
Entonces cómo decir que nuestra sociedad es
desarrollada, si a pesar de tener los recursos,
no existe un pueblo coherente que tenga la capacidad de decisión y de
empoderamiento de sus propios derechos. Si la gente no se educa, no será capaz
de decidir, porque la educación te da autonomía y te hace libre, no libre de
hacer lo que quieras, sino libertad de elegir, saber qué quieres, de bienestar
y de ser agente de tu propia vida.
Esto lo tiene claro Malala
Yousafzai, quien empoderándose y teniendo conciencia de los derechos que les
estaban siendo arrebatados, levantó su voz contra la opresión de los talibanes,
exigiendo que las niñas tuvieran el acceso a la educación, convirtiéndose en
una defensora del derecho a la educación.
Es un gran contraste la
situación de esta joven pakistaní con la
de nuestra sociedad, sin embargo es bastante impresionante darse cuenta que
ellas si conocen la importancia de la educación en la vida de cada persona y
como colectivo, y anhelan la posibilidad de contar con ella ya que saben que es
la vía para tener un futuro, para tener “una posibilidad”. Y esto lo saben
incluso los talibanes ya que la educación y las niñas escolarizadas implican
una amenaza para su régimen y los movimientos extremistas violentos esto es
porque si se educan, no es tan fácil imponerles el extremismo cuando sean
adultos.
“No sabes lo que tienes
hasta que lo pierdes”
Algo tan básico como
defender la educación, se hace cada vez más difícil y admirable, pero
reconociendo la magnitud del problema, para adoptar medidas que garanticen la
educación de calidad, es necesario garantizar la participación ciudadana. La
ética de mínimos se refiere a los aspectos mínimos necesarios para mantener el
funcionamiento de la sociedad, pero para que funcione la sociedad, lo mínimo es
tomar conciencia de las acciones en pos del bien colectivo.
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