Introducción
La existencia de las normas morales siempre ha afectado a las personas, ya que desde pequeños nos inculcan dichos modos en forma de
consejo, de orden o en otros casos como una obligación o prohibición, pero
siempre con el fin de tratar de orientar e incluso determinar nuestra conducta.
El hombre la construye mediante la creación de hábitos, unos hábitos que se alcanzan por repetición
de actos. La palabra ética viene del griego ethos, que significa
costumbre y la palabra moral viene del latín mos, moris que también significa
costumbre. Por lo tanto ética y moral etimológicamente significan lo mismo. Sin embargo la ética, siendo
una de las tantas ramas de la filosofía, es aquella ciencia, que se dedica al
estudio de los actos humanos que se realizan tanto por la voluntad y libertad
absoluta de la persona.
La moral es
un conjunto de juicios relativos al bien y al
mal, que se concretan en normas de comportamiento que, adquiridas por cada individuo,
regulan sus actos, su práctica diaria. La ética, por otro lado, es una reflexión sobre la moral. La ética,
como filosofía de la moral, se encuentra en un nivel diferente: se pregunta por qué consideramos válidos unos
y no otros comportamientos; compara las pautas morales que
tienen diferentes personas o sociedades buscando su fundamento y legitimación;
investiga lo qué es específico del
comportamiento moral; enuncia principios generales o universales inspiradores de toda conducta; crea teorías que
establezcan y justifique aquello por el que merece la pena vivir.
Fernando Fernández Savater Martín nació en San
Sebastián, España, un 21 de junio
de 1947, filósofo, activista y novelista y autor dramático.
En ética para amador, el autor se dirige inteligentemente
a su hijo en un lenguaje coloquial, sencillo y a ratos con humor y sarcasmo.
Sin menoscabar a los clásicos autores y filósofos, hace referencia a ellos, con
detallados ejemplos, y logrando una conexión amistosa con el lector,
facilitando su lectura y su comprensión de la ética.
Síntesis
del texto
Este es un libro
en el que se plasma un conocimiento, tal como las historias que un padre le
cuenta a su hijo: “su objetivo no es
fabricar ciudadanos bienpensantes sino estimular el desarrollo de
librepensadores”.
Comienza con la premisa “tener confianza en ti mismo”, y
en tu inteligencia que te permitirá crecer y ser mejor cada día. Es importante reconocer
que entre variados saberes, existe uno imprescindible, el saber que ciertas
cosas nos convienen y otras no, y a través de esto podremos saber vivir.
Las personas somos libres, claramente no somos libres de
elegir lo que nos pasa, pero sí de cómo responder, aunque la mayoría tiene
mucha más conciencia de sus limitaciones
que de su propia libertad. Como tenemos la capacidad de elegir, también existe
la posibilidad de equivocarnos, y es importante poner atención y adquirir un
saber que nos permita elegir bien, y ese “saber vivir” es lo que llaman ética. Todos
nuestros comportamientos tienen como base una motivación (órdenes, costumbres,
caprichos o simplemente funcionales), la cual inclina nuestra conducta, y en
momentos difíciles elegiremos la conducta más conveniente o racional.
La libertad es decidir, pero también es darse cuenta de
qué estás decidiendo, darse cuenta de tus motivos, y de la razón de tus
motivos, y de esta forma saber si me conviene o no, ya que una acción nunca es
buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho. La ética es la
reflexión sobre porqué consideramos válidos un conjunto de conocimientos y
normas moralmente válidas.
No es sencillo decir cuándo un ser humano es bueno y cuándo
no ya que existen muchos puntos de vista y opiniones que juzgan nuestros
comportamientos. La premisa haz lo que quieras, no hay que confundirla con los
caprichos, ya que se refiere a que no pongas tu libertad al servicio de otros
preguntando qué es lo que debes hacer con tu vida: pregúntatelo a ti mismo.
Podemos querer varias cosas, a veces contradictorias, por lo que es importante
ser capaz de establecer prioridades y de imponer una jerarquía.
La ética no es más que el intento racional de averiguar
cómo vivir mejor, es el arte de vivir, por lo que si queremos una buena vida
vale la pena interesarse en la ética. La buena vida humana es buena vida entre
seres humanos ya que nuestra realidad no es sólo biológica sino también
cultural, o de lo contrario puede que sea vida, pero no será ni buena ni
humana.
Todos queremos que nos reconozcan y nos traten humanamente, pero para que los demás puedan
hacerme humano, tengo que hacerles humanos a ellos: la humanización es un
proceso recíproco. Por eso darse la buena vida no puede ser algo muy distinto
que dar la buena vida. Tratar a las personas humanamente consiste en poner en
práctica la virtud de la justicia, que
intentes ponerte en su lugar y adoptar su propio punto de vista, tomar en cuenta
sus derechos y sus razones.
Cuando se habla de moral la gente suele referirse a esas
órdenes y costumbres que suelen respetarse, pero de verdad, la única obligación
que tenemos en esta vida es no ser imbéciles. Un imbécil es el que cojea en
espíritu, el que necesita apoyarse en cosas ajenas, alejándolo de su libertad y
reflexión propias, y que suelen acabar mal. Lo contrario de ser moralmente imbécil es tener conciencia: La persona
responsable es consciente de lo real de su libertad. Y el remordimiento no es
más que el descontento que sentimos con nosotros mismos cuando empleamos mal la
libertad. Cuando se habla de inmoral, mayormente se habla de un acto
relacionado a algo sexual, que deja en claro el miedo al placer que presenta la
sociedad, ya que el placer nos distrae a veces más de la cuenta. Pero he ahí la
diferencia entre el uso y el abuso de los placeres.
Mientras convivimos con personas, podemos decir que
vivimos humanamente, y la mayor ventaja que podemos obtener de nuestros
semejantes es la complicidad y afecto de más seres libres, es decir la
ampliación y refuerzo de nuestra humanidad.
Sin duda la política tiene mala fama de inmoral y poco
ética, sin embargo la política y la ética buscan fundamentalmente vivir bien. El
sistema político se tendrá que poner en práctica en base a la libertad,
justicia, asistencia y los derechos humanos.
Análisis
Las personas somos seres netamente sociales que necesitan
del otro, no para sobrevivir, sino para identificarse y reafirmar su propia
humanidad.
Somos seres humanos, ya que convivimos con otros seres
humanos, y a partir de esa convivencia comienzan a aparecer dilemas, relaciones,
sentimientos y acciones que no sólo nos afectan a nosotros, sino que a todos
los que nos rodean. La ética tiene una razón de ser y esa es guiarnos en el
buen vivir como humanos en comunidad.
Somos libres de hacer lo que queramos, tenemos la libertad
de elegir lo que creamos mejor, pero siempre comprendiendo de que debemos ser
responsables de nuestras acciones, por lo que la reflexión es la mejor
herramienta que podemos utilizar para determinar si lo que estamos haciendo,
realmente implica mi propio bienestar y el de los demás. El reflexionar acerca
de nuestras acciones no sólo nos otorga un conocimiento más allá de lo práctico,
sino que nos otorga la capacidad de expandir nuestras posibilidades; el saber
por qué hacemos las cosas, la razón de nuestra motivación, implica una
introspección que facilitará el cumplimiento de nuestras metas.
Esta introspección nos va a llevar a lo que comúnmente
podríamos llamar la conciencia humana. El tener conciencia, es tener
conocimiento de por qué algunas cosas son buenas y otras no, es captar esa
esencia del actuar humano y tener en
cuenta los factores que afectan en nuestra búsqueda de un bien mayor, ya que si
tenemos conciencia de nuestro actuar,
significa que tomamos responsabilidad de nuestras acciones y que nos
hemos dado cuenta de qué persona queremos ser, qué rol queremos cumplir en esta
sociedad, y qué acciones nos llevarán a la buena vida que queremos vivir.
Es innegable que a vivir en sociedad existen normas y
morales que debemos “cumplir”, pero es primordial para que la sociedad
funcione, tomar en cuenta la virtud de la justicia. No es humanamente correcto
actuar sin pensar en el punto de vista del otro, ya que la esencia humana es convivir
en una comunidad. Si actuamos sin pensar en el otro, no dejaremos de ser
humanos como bien plantea el autor, pero al mismo tiempo, si tratamos a los
demás como algo diferente a su naturaleza, es probable que nos traten de la
misma forma, y nuestra humanización vaya de a poco haciéndose más
insignificante.
No puedo evitar recordar esta frase: “Mis libertades
terminan cuando empiezan las tuyas”. Somos libres de tener motivaciones,
cumplir metas y ser como se me de la gana ya que mi actuar no debería limitarse
a las órdenes que se me imponen; pero si al romper esa orden, infrinjo en
causar daño, minimizar un derecho o generar cualquier situación que implique
transgredir en la cualidad de humano que tiene ese otro, estaría infringiendo
en mi propia condición de ser humano.
Conclusión
La ética es la ciencia que intenta explicar y exponer la
realidad moral del buen vivir. Una vida
plena, con placeres, amigos, familia, y con un bienestar físico, psicológico y
social. Pero para referirnos a un buen vivir es imperante tomar en cuenta que
una persona no puede tener una vida plena por sí sola, necesita de un contexto
y de una comunidad donde desenvolverse. Del mismo modo, cuando una vida plena
se ve afectada por una situación estresante y/o limitante como una enfermedad,
es necesario tomar decisiones en favor de la
recuperación del estado de salud.
La ética es práctica y analítica, ya que es aplicable a
nuestra vida diaria y a las decisiones que debemos tomar.
La enfermería tiene su base en la virtuosa acción del
cuidar, para la mantención, recuperación y rehabilitación de la salud de una persona.
El cuidado que se otorga en el quehacer de enfermería no es sólo una asistencia
al otro ya que implica un proceso en el que a partir de la relación
interpersonal florece lo humano.
Se habla de justicia y de ponerse en el lugar del otro
como mínimos éticos del ser humano, así mismo, estos son aspectos intrínsecos
de la enfermería, donde la justicia es el otorgar los cuidados de forma
individualizada y según sus propias necesidades; y viendo desde el punto de
vista de la otra persona, seremos capaces de tener una actitud empática y de
aceptación del otro. Es así como logramos ser facilitadoras de la recuperación no sólo
fisiológica, sino que también emocional, social y espiritual del ser humano
que, de forma recíproca, también nos ha aceptado como personas, generadores de
cuidado y confianza.
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